El estado Delta Amacuro quedó abandonado a su suerte. La dramática escasez de agua potable y la falla permanente en el suministro de combustible, están a punto de generar una recesión económica y dejar incomunicado a uno de los estados más abandonados del país, y cuyos habitantes, a pesar de estar rodeados de agua, no reciben ni una gota por los grifos.
Ese fue el clamor generalizado que recogió el presidente de la Fundación Construyen País, Richard Casanova, durante el Taller de Organización y Gestión Comunitaria de los Servicios Públicos que dictó la organización al liderazgo municipal de Tucupita, como parte del Proyecto de Promoción de la Organización Comunitaria para Mejores Servicios Públicos (PROCO+SP).
“La gran paradoja es que Tucupita, capital del estado Delta Amacuro, estando en la orilla oriental del caño Mánamo, uno de las dos mayores ramificaciones del delta del Orinoco que desemboca en el Atlántico, no tiene agua. Ese es el principal problema de la ciudad”, refirió Casanova, quien durante su exposición graficó el problema en una frase: “En Tucupita hay agua por todos lados, menos en los grifos”.
Pero el segundo gran problema y que es muy sensible, es el del suministro de combustible. Al respecto, el también directivo del Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), manifestó que el tema de la gasolina se ha convertido en una tragedia para los tucupitenses. “Es una verdadera odisea echar gasolina en Tucupita y la situación es peor en el resto del estado Delta Amacuro”.
Al término del taller, los líderes municipales condujeron al equipo de Construyen País a un sector llamado La Horqueta, a 20 minutos de Tucupita, donde solo hay una bomba de gasolina que fue abandonada desde hace mucho tiempo y hoy solo quedan sus ruinas.
De acuerdo con los testimonios recogidos, en esa zona funcionaban dos plantas procesadoras de palmito, las cuales bajaron sus santamarías por el problema del combustible. Pero no solamente las plantas abandonaron la actividad, también lo hicieron los productores de palmito, situación que derivó en la pérdida de empleos y, en consecuencia, en la caída de la recaudación tributaria.
“La pesca también se vino abajo porque los pescadores no tienen combustible para sus botes. Es un estado que se ha empobrecido dramáticamente a partir de las carencias marcadas de agua potable y de combustible”, advirtió el arquitecto de profesión.
Casanova alertó de una recesión económica en Delta Amacuro, pues ambos servicios son transversales para la promoción del turismo y el desarrollo de la región, toda vez que la actividad petrolera que tuvo un gran auge desde 1933 hasta comienzos de la década de 1960, quedó prácticamente paralizada. En su momento generó una gran fuerza laboral y productiva.
“Las economías de Tucupita, de Pedernales y de otras zonas del estado, son precarias. Ellas dependen únicamente de los recursos del Estado y el resto se mueve gracias a pequeños y medianos comerciantes de la región, muchos de los cuales apostaban al turismo”, acotó.
Sin embargo, los problemas derivados de la falta de gasolina y otros carburantes han encarecido los precios, hasta el punto de que alquilar una lancha para turismo puede costar $600. Ni hablar de la deficiente prestación del servicio de telecomunicaciones que, en Delta Amacuro, es prácticamente inexistente: no hay telefonía móvil y menos internet.
“La pobreza inunda este estado –dijo Casanova– por la irresponsabilidad de un gobierno que no es capaz de garantizar cosas elementales como el suministro de agua y de combustible. No tener gasolina afecta incluso el desplazamiento interno de las poblaciones, que corren el riesgo de quedar incomunicadas”, concluyó.