Por muchas décadas, se consideró que los neandertales no tenían nada que ver con los seres humanos de hoy. Se creía que era una especie del género Homo que habitó Eurasia desde hace 400.000 años hasta hace 40.000 años. Sin embargo, la tecnología para investigar en genómica y rastrear en el pasado está permitiendo dar vuelta la historia.
Los neandertales y humanos no solo convivieron en Eurasia, sino que también tuvieron sexo y descendencia juntos. Se sabe ya que el ser humano actual heredó entre un 1,5% y un 2,1% de material genético de los neandertales. Esa combinación entre humanos y neandertales viene siendo estudiada desde hace varios años y sirvió para comprender mejor la predisposición genética a tener infecciones como la del COVID-19 y el VIH.
Los investigadores Hugo Zeberg, del Instituto Carolina de Suecia y Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, demostraron en 2020 que los seres humanos actuales heredaron de los neandertales el principal factor de riesgo genético de COVID-19 grave. Zeberg también investiga en ese instituto de Alemania.
Más adelante, los investigadores estudiaron esa variante en el ADN humano antiguo heredada de los neandertales y observaron que su frecuencia ha aumentado significativamente desde la última Edad de Hielo.
A través del uso de datos del consorcio Genética de la Mortalidad en Cuidados Críticos, Zeberg y Pääbo demostraron que existe un haplotipo en una región del cromosoma 12 asociado con el riesgo de ser internado en terapia intensiva cuando uno se infecta con el virus. Esta huella genética es una herencia de los neandertales. La clave se encuentra en que esta región tiene la misión de codificar las proteínas que activan enzimas importantes durante las infecciones con virus de ARN.
Otra investigación publicada en la revista Nature por investigadores del Instituto Karolinska, demostró que en un grupo de más de 3.000 pacientes que en el cromosoma 3 había un gen que predisponía al riesgo de insuficiencia respiratoria tras la infección por el coronavirus. Los científicos consiguieron identificar la variante estudiando a personas de diferentes ancestros.
Ahora, Zeberg publicó un nuevo artículo en la revista especializada PNAS de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. “Este importante factor de riesgo genético del COVID-19 es tan común que empecé a preguntarme si realmente podría ser bueno para algo, como proporcionar protección contra otra enfermedad infecciosa”, dijo Zeberg.
El factor de riesgo genético se encuentra en una región del cromosoma 3 que consta de muchos genes. En sus proximidades hay varios genes que codifican receptores del sistema inmunitario. Uno de estos receptores -el CCR5- es utilizado por el virus del VIH para infectar los glóbulos blancos. Zeberg descubrió que las personas portadoras del factor de riesgo para COVID-19 tenían menos receptores CCR5.
Esto le llevó a comprobar si también tenían un menor riesgo de infectarse por el VIH. Analizando los datos de los pacientes de tres grandes biobancos (FinnGen, Biobanco del Reino Unido y la Iniciativa Genómica de Michigan), descubrió que los portadores de la variante de riesgo de COVID-19 tenían un 27% menos de riesgo de contraer el VIH. “Esto demuestra que una variante genética puede ser a la vez una buena y una mala noticia: una mala noticia si una persona contrae COVID-19, una buena noticia porque ofrece protección contra la infección por el VIH”, explicó Zeberg.
Sin embargo, como el VIH no surgió hasta el siglo XX, la protección contra esta enfermedad infecciosa no puede explicar por qué la variante genética de riesgo de COVID-19 se hizo tan común entre los humanos hace ya 10.000 años. “Ahora sabemos que esta variante de riesgo para el COVID-19 proporciona protección contra el VIH. Pero probablemente fue una protección contra otra enfermedad que aumentó su frecuencia después de la última Edad de Hielo”