Un escándalo envuelve a la Compañía de Jesús en Argentina. Luego de más de 20 años de secreto, exestudiantes del Colegio del Salvador rompieron el silencio y denunciaron públicamente haber sido víctimas de abuso sexual por parte de un religioso.
Se trata de César Fretes, que aunque no llegó a ordenarse como sacerdote, se formó en el seminario y trabajó durante varios años en la institución educativa perteneciente a los jesuitas.
El caso se hizo público el pasado mes de julio, cuando el diario Clarín publicó los testimonios de Pablo Vio y Gonzalo Elizondo -quienes ahora tienen 31 años- que revelaron que en el 2002, cuando eran unos niños de 10 y 11 años, fueron víctimas de abuso. Por miedo, vergüenza, conmoción, callaron durante tantos años, pero ya de grandes, y charlando con otros exalumnos, se dieron cuenta que habían sido varios los abusados, y decidieron reclamar justicia.
Tras hacerse público su testimonio, más exalumnos se han atrevido a hablar y ya son más de 40 los hombres que denuncian haber sido víctimas de abuso por parte de Fretes entre 1997 y 2003.
El expediente y su paso por Venezuela
Fretes comenzó a trabajar en el colegio en 1997 como tutor de los estudiantes de sexto grado. Pero no era un simple profesor más; vivía en una residencia para religiosos dentro de la propia institución educativa.
En 1998 se registró la primera denuncia en el colegio por parte de los padres de un estudiante.
“En 2000, ya existiendo denuncias de padres contra Fretes viajó a Venezuela a realizar una instancia de su carrera que se llama tercera aprobación (sic). Y en 2002 lo ordenaron como diácono”, reveló al diario La Nación otra de las víctimas, Francisco Segovia.
Según se explica en la página web de los Jesuitas en Venezuela, la Tercera Probación «es el final de la formación en ese camino de consolidación humana, espiritual, comunitaria, apostólica e intelectual. Tiene un tiempo de 6 meses de duración, se le conoce como la Escuela del afecto, donde experimentamos el paso de Dios por nuestra Historia que nos invita a recrear la humanidad desde una mirada misericordiosa».
Tras su paso por Venezuela, Fretes volvió a Buenos Aires, al Colegio del Salvador, donde en 2001 se registró una nueva denuncia de abuso.
En 2003 otra familia presentó reclamos similares, y el entonces rector Rafael Velasco, actual autoridad provincial de los jesuitas, decidió trasladarlo en secreto al Colegio San Luis Gonzaga en la provincia de Mendoza, donde -según los jesuitas- se limitó a realizar tareas administrativas.
Sin embargo, en 2004 Fretes volvió de visita al colegio en Buenos Aires y en 2005 asistió a un campamento en el que viajaron 74 estudiantes.
No fue sino hasta el año 2007 cuando César Fretes fue expulsado de la Compañía de Jesús, y murió en 2015 tras padecer cáncer.
Testimonios de las víctimas
Como parte de sus responsabilidades como tutor en el colegio, Fretes acompañaba a los estudiantes en los viajes de egresados, campamentos y “Encuentros con Cristo”, unos seminarios espirituales, donde las víctimas denuncian que el religioso ejecutó algunos de los abusos sexuales.
«Fretes me preguntaba sobre mi desarrollo y cosas muy privadas, siempre desde el lado ‘fraternal’. Ese año tuve que operarme un testículo y recuerdo a Fretes aprovechaba para preguntarme si ya tenía pelos en la zona, si me habían afeitado antes de la cirugía. Tengo imágenes de él preguntándome cómo estaba mi herida y cosas íntimas, yo bajándome los pantalones para mostrarle y él usando sus manos. Ahora, siendo adultos, me doy cuenta de que tenían otra intención”, relató a La Nación el exalumno Gregorio Ramos Mejía.
Rodrigo Óliver, otra de las víctimas, reveló que «cuando tenía once años me salió un sarpullido en la zona de la ingle. Mis viejos me habían comprado un talco para que no me rascara que me ponía varias veces al día. Con Fretes, que en ese momento era nuestro preceptor de sexto grado, yo tenía una relación que suponía de amistad. Él nos producía confianza y complicidad y por eso todos queríamos estar cerca aún en horarios fuera de clase. En los días en los que me duró el sarpullido él me hacía llamar a su despacho mientras estábamos en clase y me colocaba el talco«.
Nicolás Quinteros, otra víctima, contó que «a mi, que mis compañeros me burlaban porque todavía no había eyaculado, me tendría que haber dicho ‘Nico, estas son cosas que pasan, cada uno se desarrolla a diferente edad y estaría bueno que le avises a tus padres’, no hacerme ir al baño con él a solas y mostrarle mis partes íntimas».