El presidente Joe Biden se reunió en solemne privacidad el domingo con las familias de los 13 soldados estadounidenses asesinados en el ataque suicida cerca del aeropuerto de Kabul y se convirtió en el cuarto comandante en jefe en dar testimonio de cómo los restos de los caídos regresaban a suelo estadounidense desde Afganistán.
Con información de EFE y de The Washington Post
La primera dama Jill Biden se unió al presidente en la Base de la Fuerza Aérea de Dover para llorar con sus seres queridos mientras se desarrollaba la “transferencia digna” de restos, un ritual militar para los muertos en combates extranjeros.
La base aérea de Dover (Delaware) es la encargada de recibir los restos mortales de los soldados estadounidenses que mueren en el extranjero desempeñando su misión.
“Los 13 miembros del servicio que perdimos fueron héroes que hicieron el máximo sacrificio al servicio de nuestros más altos ideales estadounidenses y mientras salvaban las vidas de otros”, había dicho ayer Biden en un comunicado el sábado. “Su valentía y desinterés han permitido que más de 117,000 personas en riesgo alcancen la seguridad hasta ahora”.
Los restos mortales llegaron como es tradición en ataúdes envueltos en la bandera estadounidense, y son transportados por miembros de las Fuerzas Armadas desde el avión hasta un coche fúnebre, en presencia de los familiares de los fallecidos.
La ceremonia se desarrolló en silencio. Lo único que se escuchó fueron las oraciones de un sacerdote.
Los asesinados en el atentado de Kabul tenían entre 20 y 31 años, aunque la mayoría de ellos estaba en la veintena, según reveló el Pentágono el sábado.
Entre los fallecidos figuraba un marine de 20 años de Wyoming que iba a ser padre en tres semanas.