La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se solidarizó este viernes con los familiares de las víctimas de los hechos de violencia registrados en los últimos tres días en el suroeste de Caracas, y aseguró que el conflicto en la Cota 905 es «la demostración más evidente del fracaso» del modelo chavista.
A continuación el comunicado:
Una vez más nos toca alzar la voz ante la violencia, ante la muerte. Una vez más nos sacude y nos entristece evidenciar cómo el miedo, la barbarie, el atropello, el odio, se apoderan de las calles de nuestro país, de nuestras ciudades, de nuestras zonas populares.
Y la pregunta surge de manera inevitable y nos increpa ¿por qué nos sucede esto? ¿por qué tanto mal obrado en nuestro país? La respuesta nos la da el Papa Francisco: todo el mal obrado en el mundo se resumen en esto, el desprecio por la vida.
Pero lo que ha hecho tan impactante este episodio que se ha desatado en la cota 905, es que pone de manifiesto algo que todos sabíamos, pero no queríamos ver.
Por un lado es el resultado de dos décadas en las que se ha blandido la violencia desde el poder como arma política, a diestra y siniestra, de palabra y obra, como amenaza y como hecho consumado. Si quienes detentan el poder no tienen otro medio para imponer su ideología trasnochada que el de la fuerza y la violencia, no hace falta esperar demasiado para observar una respuesta igualmente violenta.
Pero este estallido es además la demostración más evidente del fracaso de un modelo social y productivo. Si el régimen ha hecho todo cuanto ha podido para hacer imposible que los ciudadanos puedan ganarse la vida de una manera digna y suficiente, tampoco sorprende que haya quienes busquen ganarse la vida por medios delictivos.
Es además un fracaso del Estado como garante de la seguridad y de la paz. Para todos resulta obvio que no pocos miembros de los cuerpos de seguridad han dejado de ser garantes de la seguridad y la convivencia pacífica, y en muchos casos han abandonado por completo vastas regiones del país, especialmente las zonas rurales y populares. El habitual respeto a la autoridad se ha transformado en desconfianza y temor a la autoridad, en vista de la distorsión de las irregulares funciones que hoy cumplen, incluyendo la extorsión y el soborno.
Hoy nuestro llamado como Pastores es primero a respetar la vida de todo ser humano. Todos somos seres dignos, todos somos hermanos, todos somos Hijos de Dios, y todos estamos llamados al Amor.
Por ello nuestras oraciones están con todos nuestros hermanos afectados por esta situación, a los que tienen miedo, los que se ven obligados a desplazarse, los que se encuentran atrapados entre el enfrentamiento. Es momento de solidaridad con los que sufren.
Hermanos ¡No despreciemos la vida! Cada hombre y cada mujer vale la Sangre de Cristo. No despreciemos lo que Dios mismo ha amado tanto.