Eldric Sella Rodríguez había soñado con ir a los Juegos Olímpicos desde que era un niño. A la edad de 18 años, Eldric obtuvo un lugar en la selección nacional de Venezuela. Formó parte del equipo durante siete meses, hasta que él y los otros miembros más nuevos fueron despedidos por falta de recursos.
El joven se inició en el boxeo a los nueve años después de que un gimnasio cerca de su casa en la capital venezolana, Caracas, comenzara a ofrecer clases gratuitas a los niños del vecindario. Cuatro años más tarde, en 2012, Eldric ganaría su primer Campeonato Nacional, en el grupo de edad de 15 a 16 años.
Pero a medida que la violencia y la pobreza aumentaban en Venezuela, el boxeador de 24 años no tuvo más remedio que emigrar de su país, a pesar de que buscar seguridad pondría en peligro su sueño de toda la vida de boxear para su país.
Cuando fue invitado a un torneo de box en Trinidad y Tobago, en 2018, Eldric buscó asilo en la nación del Caribe, dejando atrás a sus amigos, familiares y prospectos olímpicos.
Trabajó en empleos ocasionales para sobrevivir. Pero continuó perfeccionando constantemente sus habilidades de boxeo con la remota posibilidad de que pudiera encontrar alguna forma de clasificar para un equipo olímpico. “No hubo un día en el que no pensara en ir a los Juegos Olímpicos… en el que no pensara en el boxeo”, rememoró Eldric en entrevista con ACNUR.
“Cuando estaba mezclando concreto, estaba pensando en cómo eso me ayudaría en mi carrera de boxeo. Cuando estaba cortando césped, también pensaba en cómo eso me ayudaría en el boxeo. Cuando estaba pintando una casa, o lo que sea que estuviera haciendo, siempre tenía en mente lo que quería hacer”.
Más de 5 millones de personas venezolanas viven actualmente fuera de su país. Se estima que 24.000 personas refugiadas y migrantes venezolanas viven en Trinidad y Tobago, muchas después de haber realizado el peligroso viaje marítimo a través del Canal de Colón, que separa a las dos naciones.
En los días más oscuros, cuando Eldric se ganaba la vida trabajando como jornalero en Couva, una ciudad en la costa occidental de Trinidad, comenzó a ver razones para tener esperanza. Primero, fue su victoria sorpresa en una pelea organizada apresuradamente en el que la Asociación Nacional de Boxeo del país lo invitó a participar.
“No estaba entrenando. Estaba enfermo. Y aún así, gané la pelea”, señaló. “Así que esa victoria fue suficiente para mí”.
Y luego vino algo aún más prometedor: Eldric navegaba por Instagram cuando vio una publicación sobre los Equipos Olímpicos y Paralímpicos de Refugiados.
Los Juegos Olímpicos de Verano de 2016 en Río de Janeiro, Brasil, marcaron la primera vez que personas refugiadas de todo el mundo compitieron en los Juegos Olímpicos en equipos especiales.
Eldric envió correos electrónicos preguntando sobre el programa a casi todas las personas a las que se le ocurrió. Su perseverancia dio sus frutos y, en diciembre pasado, Eldric recibió una beca del Comité Olímpico Internacional. “Cuando obtuve la aprobación para estar en el programa, sentí que estaba de nuevo en mi camino”, recordó Eldric. “Me siento vivo otra vez”, dijo.