Óscar Prieto Ortiz celebra desde el plano celestial. Su hijo, Óscar Prieto Párraga, y quien se convirtió en uno de sus aprendices más aventajados, Alfonso Saer, desde el lunes tienen estatuillas a su lado en el Salón de la Fama del Béisbol Venezolano, como miembros de la Clase 2023.
Ambas personalidades fueron inmortalizadas por el Comité Histórico del templo supremo. Prieto Párraga por su exitosa trayectoria como directivo tanto de Leones del Caracas, como de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Y “El Narrador”, por su fantástico viaje periodístico de seis décadas, compartido desde sus inicios con Cardenales de Lara.
“Oscar ‘El Negro’ Prieto Ortiz fue mi maestro y la persona que me dio un espaldarazo importante en 1970, cuando yo apenas era un narrador adjunto, al que llamaban de vez en cuando”, recordó Saer. “Él me llevó a transmitir la Serie del Caribe de aquel año (en el Estadio Universitario), que fue la primera de la segunda etapa del torneo y ganó el Magallanes. Allí pude dar el salto definitivo. Por eso es que, este momento no sólo trae a dos personas al Salón de la Fama, sino también nos vincula como hijo y alumno”.
Ese recuerdo y nombre, estuvo aún más marcado en Prieto Párraga desde el instante que pisó el pabellón de Valencia, sabiéndose protagonista de la primera dupla padre e hijo entronizada en el recinto, presidido por el ingeniero Juan José Ávila, quien estuvo acompañado por la gerente general Luisa Elena Pestana.
“Llegar hasta acá representa una etapa cumplida, porque me reencuentro con mi papá. Volvemos a estar juntos, y esta vez por la eternidad”, mencionó quien fuese copropietario, gerente general y asesor de la divisa capitalina. “Cuando entré al salón donde están todas las estatuillas me acerqué a la de él y le di las gracias a Dios, porque hace más de 50 años cuando inicié en el beisbol, jamás me imaginé llegar a esto”.
Saer, por su parte, comenzó su carrera en 1964, cuando envió previo a los Juegos Olímpicos una crónica titulada “Rumbo a Tokio” a la redacción del diario El Impulso, decano del periodismo impreso en el país. En aquel momento apenas contaba 16 años de edad y sólo buscaba una primera oportunidad en la profesión. Y la aprovechó al máximo, convirtiéndose con el paso del tiempo en una referencia tanto de la prensa escrita, como de la narración deportiva.
“60 años en esta profesión significan un viaje maravilloso. He vivido momentos realmente especiales en esta carrera de periodista deportivo, en muchas áreas, pero ha sido el beisbol profesional mi base todos estos años”, valoró la voz del Cardenales desde la contienda 1965-1966, la primera del equipo en la LVBP. “Siempre he sido un creyente y ejecutor de la inconformidad periodística. Porque si uno no está satisfecho con lo que se hace, en todo momento estarás abierto a seguir aprendiendo”, dijo.
Con información de LVBP