“Se fue solo. Y yo no pude estar con él porque me freezaron…”, dice. Y, aunque hace un esfuerzo sobrehumano por contenerlas, no puede evitar que las lágrimas broten de sus ojos justo en el momento de la entrevista en el que se refiere al triste final de Diego Armando Maradona.
Por Nancy Duré / INFOBAE
Muchos lo veían como su sombra, siempre detrás suyo y en silencio. Otros sabían que, en realidad, era el escudo que lo protegía de todos los males. Lo que pocos tenían tan claro, sin embargo, era que Walter Montero, el hombre que a lo largo de dieciséis años se desempeñó como su custodio personal, se había convertido en el amigo más cercano del astro.
—¿Cómo lo conociste al Diez y cuándo empezaste a trabajar con él?
—Lo conocí en el ‘97 en La Diosa. Yo laburaba como portero ahí con Leo Sucar y, como él venía frecuentemente, siempre lo recibía en el VIP. Después, Diego viajó y yo me quedé en Buenos Aires. Hasta que en el 2004 empezamos a entablar una relación a través de las hijas (Dalma y Gianinna), que iban a Sunset y yo las cuidaba. Entonces me propuso que empezara a trabajar con él. Y, desde ese día, no nos separamos más.
—¿Vos pasaste a ser su custodio personal?
—Exacto: yo lo acompañaba a todos lados. Mi función era cuidarlo. Pero, con el correr de los años, entablamos una amistad. Yo vivía con él cuando viajábamos a España, Dubai, México, Cuba…Dónde estaba Diego, estaba yo.
—Llegaste a su vida justo después de que él superara su adicción a las drogas…
—Claro: fue meses antes de que empezara con La Noche del Diez. Y ya se había recuperado al cien por ciento.
—¿Cómo era Maradona en ese momento?
—Como se lo veía: una persona transparente, noble, buena, accesible…Cuando se tenía que trabajar, se trabajaba y cada uno respetaba su rol. Pero, en los momentos libres, éramos amigos. Y la pasábamos bien. Compartíamos almuerzo, merienda, cena, mate, televisión, partidos…Y hablábamos de la vida, de cómo estaba.
—¿Y cómo estaba?
—Estaba muy bien en esa época. Había sido como un volver a nacer para él, era un lujo.
—Claudia Villafañe ya había presentado el divorcio en el 2003. ¿Cuál era su situación sentimental?
—Todavía la quería reconquistar. Ya la había conocido a Verónica Ojeda, pero estaba focalizado en volver con Claudia. De hecho, en todos los programas le dedicaba canciones y le daba regalitos.
—¿Le dolía que se hubiera roto su matrimonio?
—Creo que hasta el último día, Diego estuvo enamorado de Claudia. Él se sentía culpable por lo que había pasado. Y, en el fondo, sabía que ella siempre estaba ahí como su ángel…
—¿Él te hablaba de otros amores?
—Yo viví su pareja con Verónica, que fueron años intensos en los que estuvo bien. Ella trató, en lo posible, de armar un hogar. Y lo tenía en su casa. Ahí había días en los que no se movía, así que no era necesario que yo estuviera y era ella la que lo cuidaba. Era una pareja normal. Y, los fines de semana, nos juntábamos para jugar al tenis o armar algún partido de fútbol. Hasta que salían los trabajos y volvíamos a lo nuestro.
—¿Maradona estaba enamorado de Ojeda?
—Él siempre fue enamoradizo. Pero yo calculo que debe haber estado enamorado de ella, porque si no nadie está tanto tiempo con una persona.
—¿Diego ya había caído en su adicción al alcohol?
—Sí. Eso se fue incrementando con los años. Verónica siempre trató de cuidarlo, porque había gente que no ayudaba y esa era la pelea que teníamos…
—¿Quiénes no ayudaban?
—En esa época hacíamos el Showbol y había mucha gente que quería hacerle daño, tenerlo tomado. Uno era Alejandro Mancuso, no lo controlaban. Así que estábamos nosotros para controlarlo.
—¿Y por qué quería tenerlo tomado?
—Porque lo dejaba hacer lo que quería. Y nosotros no queríamos que haga eso.
—¿O sea que ya desde esa época le daban alcohol a Maradona para anularlo?
—Para tenerlo tranquilo. Obviamente, Diego tomaba porque tenía ganas. Pero ahí venía la pelea nuestra y de Verónica con esta gente. Era una interna entre los buenos y los malos.
—¿Podemos definir quienes estaban en cada bando?
—Entre los buenos estábamos Gabriel Buono y yo, que éramos los colaboradores directos de Diego. Y del otro lado estaban Mancuso con todo el grupo que trabajaba para él. Obviamente, sacando a los jugadores que nos acompañaban: ellos quedaban de lado porque siempre lo querían ver sano. Porque el negocio, tanto para ellos como para mí, era que Maradona estuviera bien para poder seguir haciendo cosas.
—¿Qué capacidad de acción tenías vos frente a las situaciones nocivas?
—En determinado momento tenía que agarrar a esta gente tóxica y decirle: “Basta, porque mañana no arrancamos”. Todos te dicen que Diego era ingobernable. Y sí, es cierto. Pero no era tonto y sabía escuchar. Y escuchaba. Pero tenía que estar al límite.
—¿Y él no se daba cuenta de que había personas que querían dañarlo?
—Él era muy confianzudo, muy amiguero. Y confiaba. Así que no podía creer que alguien lo pudiera traicionar. De hecho, Diego se terminó yendo de la Selección Nacional por bancar a Mancuso. Era como que hacía un proceso lento, al menos, para el afuera. Y le costaba tomar la determinación de alejarse de alguien.
—Llama la atención lo que decís teniendo en cuenta lo que pasó con el mismísimo Guillermo Coppola, a quien Maradona acusó de haberle robado a pesar de que luego la Justicia lo sobreseyó…
—Era algo que no se entendía, como que le costaba creer que le pudiera pasar algo así. A veces se sentía culposo también. Era Diego y no lo paraba nadie. Pero sentía culpa por Claudia, por no haber podido acompañar a las nenas a un acto del colegio o no haber estado lo suficientemente presente como padre…
—¿De no haber reconocido a sus hijos extramatrimoniales, Junior y Jana, también se sentía culpable?
—Nunca habló de eso. Lo único que sé es que, cuando empezó a tener trato con ellos, los disfrutaba. Jana vino a muchos viajes con nosotros, de hecho, estuvo en Jordania y en Dubai. Y a él se lo veía bien cuando estaba con ella.
—Pero siempre con el problema del alcohol…
—Es que eso fue aumentando hasta que, llegó un momento, en el que no se pudo más. Se nos terminó yendo a todos de las manos. Hoy pienso que quizá podíamos haber hecho un poco más. No sé. Pero, cuando él empezaba a tomar, nosotros servíamos las copas y las tirábamos para vaciar más rápido la botella. Lo que pasa es que después había que pelearse con el otro que le servía.
—¿Quién era “el otro que le servía”?
—No tiene sentido decirlo ahora, le hizo mucho daño…
—¿Hablamos de la época de Verónica?
—Sí, hasta Dubai. Fueron varios momentos en los que estuvo, desapareció, estuvo y desapareció. Pero no vale la pena ni nombrarlo.
—En aquel tiempo el que estaba cerca de Maradona era Alejo Clérici. ¿Cómo se comportaba él con Diego?
—Estaban los tóxicos y los no tóxicos. Yo era no tóxico.
—¿Y Alejo?
—No sé.
—Pero si hubiera estado en tu órbita de decisión, ¿lo hubieras alejado del entorno?
—No hubiese entrado, capaz.
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