Dubái es una de las urbe más cosmopolita del mundo. El ser extranjero es algo común en esa zona. La mayoría de sus habitantes llegaron desde Europa, Pakistán o la India como Sulaiman Nellissery, quien nació en Kerala, pero vive allí desde muy chico.
Vía INFOBAE
Él conoce como pocos lo que fue la vida de Diego Armando Maradona en Dubái, porque fue su chofer particular durante más de siete años, el tiempo que el argentino vivió allí. Pero no solamente trasladaba a Pelusa, sino también a sus allegados y a parte de su familia.
La estadía del Diez en Emiratos Árabes Unidos arrancó en agosto de 2011 y finalizó en mayo de 2018. Durante ese período, fue entrenador del Al Wasl (2011-2012) y Al Fujairah FC (2017-2018), embajador deportivo de Emiratos Árabes y se trasladaba por Dubái libremente, más allá de que los jeques lo rodearon de lujos y extravagancias: “Se movía como si fuera uno más. Bajaba la ventanilla del auto y nadie lo molestaba. Transitaba por la ciudad libremente”, reconoció su ex piloto, quién forjó una relación cercana con el paso del tiempo.
Desde su casa en Dubái, Sulaiman habló con Infobae y reveló detalles de la vida de Maradona en esa ciudad. Sus autos de lujo, por qué pasaron los primeros seis meses sin hablarse, las multas que sufrieron por excesos de velocidad, el día que se quedaron atrapados en los médanos y cómo era la mansión de Diego en el barrio exclusivo de The Palm Jumeirah.
—¿Qué es lo primero que recuerda de Diego Maradona?
—Lo recuerdo como un buen hombre, sonriente todo el tiempo. Estaba feliz y amaba Dubái. Cada segundo a su lado fue un momento de alegría para mí. Estuve más de 7 años a su lado como chofer, y fue el período más feliz de mi vida laboral. Lo conocí en agosto de 2011, cuando era uno de los choferes del Al Wasl, pero no sabía hablar español. Entonces, durante seis meses nos manejábamos por señas. Lo trasladaba hacia donde él quería y a cualquier hora. Lo llevaba a los entrenamientos y a los eventos. Al principio, lo único que le entendí en español fue: “Dubái es una ciudad hermosa”.
—¿Cómo fue su relación con él?
—Con el paso del tiempo armamos una muy buena relación. En él vi un hombre feliz que me dio la libertad de cuidar de su casa cuando no estaba. Tenía mucha confianza en mí. Diego era educado con todos los trabajadores de la casa y siempre estaba sonriendo. Tengo el deseo de que alguna vez pueda conocer el cementerio donde Diego descansa para siempre. Nos dejó muchos buenos recuerdos. Y para mí sigue vivo, todavía no caigo de [la idea de] su fallecimiento.
—¿Qué tal era como copiloto?
—Muy tranquilo. Al principio no hablábamos porque él no sabía inglés y yo no entendía español. Solo nos manejábamos por señas y gestos. Pero con el tiempo nos fuimos conociendo. Siempre estaba de buen humor, tomando mate y escuchando música. Bajaba la ventanilla, miraba la ciudad y disfrutaba del paisaje. Llegaba al entrenamiento, se entrenaba un rato y se iba al Stadium. Miraba hacia las tribunas y disfrutaba del momento. Era muy especial. Me enseñó a tomar mate, y en el auto ponía música en español, porque no le gustaba la árabe.
—¿Cuántos autos tenía en su poder?
—Tenía tres carros: un Rolls Royce, un BMW I8 y un Jeep Wagner, pero no los manejaba porque no tenía tiempo para hacerlo. Además, el club me puso a mí para que lo llevara. Son parte de sus cosas en Dubái. El resto se fue en un container para la Argentina. Su ropa y objetos de valor que había en su casa.
—¿Cuánto hay de cierto sobre la leyenda que marca que cuando había mucho tráfico en la ciudad transitaban por los médanos y se quedaba la camioneta en la arena?
—Sí, es verdad. Un día, camino al entrenamiento de Fujairah, la carretera estaba muy transitada y nos fuimos por los médanos. Cuando intentamos atravesar la arena, la llanta del auto se trabó y nos bajamos con Diego para arreglarla. Para sacar la arena de la rueda, estuvimos casi una hora. En ningún momento se enojó y colaboró durante todo el tiempo. Diego se subía a la camioneta porque no soportaba el calor y luego se bajaba para ayudarme a sacar la arena. Se animó a hacer el safari por el desierto de Dubái y le gustó mucho.
—¿Sufría mucho el calor de la ciudad por las altas temperaturas?
—Sí, no soportaba los días de mucho calor. Cuando sucedía eso, se la pasaba en la pileta. En la época más calurosa del año, durante los meses de junio, julio y agosto, se escapaba de Dubái y se iba hacia Europa o para la Argentina. Pasa que en Emiratos Árabes las temperaturas son muy altas: en invierno puede haber más de 30 grados y en verano, alcanza los 50, con un 90 por ciento de humedad. Con esas altas temperaturas aquí nadie trabaja.
—¿Es verdad que recibieron varias multas por excesos de velocidad porque a Maradona le gustaba ir rápido?
—Sí, nos pusieron varias multas porque Diego quería acelerar el coche y lo tuve que hacer. Es que en esos viajes presionaba para que la camioneta “vuele”, como le gustaba decir a él, para llegar lo antes posible. Pero eso provocó que en un mes le llegaran cuatro mil dólares de multa. En Dubái las multas son sobre quien conduce y, de no pagarlas, se le retiene el registro.
—¿Lo llamaba de noche para salir a pasear?
—Me llamaba para ir a cenar a un restaurante. Desde que lo conocí me dijo que no importaba el programa que tuviera, que únicamente si lo necesitaba debía pasarlo a buscar y llevarlo a comer por Dubái. En el restaurante lo dejaban comer tranquilo y nadie lo molestaba para pedirle una foto.
—¿Cómo era su mansión en Dubái?
—Quedaba en el barrio de The Palm, en Jumeirah. La casa se la cedió el Gobierno de Dubái por seis años. Siempre estaba muy limpia, ordenada y brillaba por todos lados. Contaba con un gimnasio propio, pileta y hasta una cancha de fútbol-tenis donde se ponía a jugar. Era muy grande y tenía todo lo que te puedas imaginar. Seis habitaciones grandes, siete baños, uno al aire libre, terrazas, una mesa de ping-pong y varias salas de estar, dos de ellas con televisores gigantes, sillones y todo tipo de electrodomésticos. Se trataba de un sitio muy especial, con salida al mar. Tenía empleados las 24 horas: un chef, tres personas de limpieza y yo, que era su chofer. Y tenía sus horarios para hacer sus cosas.
—¿Cuál era su rutina diaria?
—Se levantaba a las 10 de la mañana para desayunar. Luego, algunas veces se iba al gimnasio y se entrenaba mirando la televisión. Otras veces, partía directamente al club a entrenarse junto a sus jugadores. Luego, almorzaba, dormía la siesta y, por las tardes, jugaba al fútbol y nadaba en la pileta de su casa. Recuerdo que bebía agua de cola y mate todo el tiempo y comía carne de res, pescado y pollo, sus comidas favoritas.
—¿Era de armar partidos en su casa?
—Sí, en la cancha de futbol-tenis. Igualmente, recuerdo que una vez disputó un partido con Novak Djokovic en la cancha del Hotel Ground de Jumairah Beach. Fue una exhibición. Y después se puso a hacer jueguitos con la pelota de tenis.
—¿Estaba siempre acompañado?
—Permanentemente acompañado por mucha gente. Maradona era una potencia tremenda en Dubái. Siempre rodeado de muchos integrantes de la familia real y de los gobernantes. Estaba todo el tiempo en contacto con los jeques árabes que lo visitaban en su mansión. Les abría las puertas de su casa a periodistas, amigos y familia.
—¿Llegó a conocer a su familia?
—Sí, conocí a Dalma, Gianinna, Jana, Diego Fernando, Diego Junior; también a sus ex parejas, Verónica y Rocío. Todos son buenos amigos y estoy en contacto con ellos. Con Dalma hablé por última vez cuando Diego fue operado antes de su muerte. Ahora, hablo con Morla para averiguar cómo se encuentra la familia y, además, porque Matías es mi amigo. Recuerdo que amaba a sus padres, hablaba todo el tiempo de ellos. Y los extrañaba.