El director de la ONG Acceso a la Justicia, Alí Daniels, recibió el Premio Anual de Derechos Humanos que otorga la Embajada de Canadá a destacados activistas venezolanos por su labor.
Durante el acto, Daniels agradeció por el reconocimiento y recordó a los defensores de derechos humanos Rocío San Miguel y Javier Tarazona, quienes permanecen encarcelados en los centros de tortura del régimen de Nicolás Maduro.
En este contexto de persecución, Daniels dedicó su discurso a hablar sobre el miedo, que en el caso de Venezuela tiene como origen la arbitrariedad, que a su juicio «ha evolucionado, y ya no se esconde detrás de gacetas, sentencias o de popularidad, sino que transmite en cadena su furia ante la necesidad de aumentar el uso de su arma más eficaz, esto es, el miedo».
«La arbitrariedad necesita del miedo, porque este último hace posible su existencia, pero el miedo no se basa en cantidades, sino que exige ser sentido, no exige números, exige calidad, sustancia, densidad y escalamiento, porque la normalización y la cotidianidad son sus enemigos, y por ello requiere avisos contantes de su existencia, para tocar los sentimientos más escondidos y profundos, aquellos que con sólo con pensarlos, duelan», aseguró.
Además, planteó, la arbitrariedad «necesita de un subproducto del miedo, que no es otro que la desesperanza cuyo objetivo esencial es la resignación, y, sobre todo, la rendición, la caída de la mirada, la derrota del ser y su conversión a la sumisión y a la renuncia de sí mismo. Al final la arbitrariedad, como toda manifestación abusiva del poder quiere el control sin límites y para ello sabe que más control se tendrá, mientras más inhumanas sean las respuestas que obtenga. Esa es la medida de su éxito».
Daniels advirtió que el miedo «para alimentarse, para crecer y hacerse dueño de su víctima, necesita la paralización disfrazada de prudencia, el silencio disfrazado de estrategia y discursos inofensivos enmascarados en la necesidad de mantener un espacio».
En este sentido, enfatizó que es necesario el compromiso de los defesores de derechos humanos con su labor. «No cabe el relajamiento de estándares o exigencias en mundo donde nos quieren imponer grises y nebulosas, pues uno puede cambiar de estrategias y procederes, pero la persona humana siempre será la misma, al igual que su dignidad, y esto último no admite relajamiento ni relajos», subrayó.
Por último, el activista consideró que «el buen humor es espantoso para el miedo, su peor enemigo, su gran debilidad, y cuando, además, el defensor se ríe en primer lugar de sí mismo, logra mucho más que con actos heroicos, porque vence en él ese fantasma de la desesperanza. Reírnos de nosotros mismos es el primer paso a nuestra propia libertad. De este modo, junto a los que luchan por su vida, por su salud o por cualquier otro derecho, la camaradería y el buen humor no son una exigencia, sino una necesidad».
Finalmente, Alí Daniels invitó a que «hablemos con prudencia, pero sin escondernos, actuemos con inteligencia, pero buscando resultados y trabajemos hasta donde podamos siempre que en esa labor veamos una persona y no un número. La defensa de los derechos humanos no es más que una celebración permanente de la vigencia de la dignidad humana. Resistamos a la arbitrariedad en el regocijo de nuestra propia existencia. Resistamos y celebremos entonces».