La Corte Penal Internacional (CPI) publicó el informe de la Sección para la Participación de las Víctimas y las Reparaciones (“VPRS”) que recopiló los testimonios de 8.900 víctimas venezolanas, en apoyo a la solicitud del fiscal de La Haya, Karim Khan, para que continúe la investigación por crímenes de lesa humanidad en Venezuela.
En el informe, la CPI cita algunos de los testimonios de las víctimas que relataron las torturas y la violencia sexual que sufrieron por parte del régimen de Nicolás Maduro:
“Lo desnudaron y le ordenaron a un perro rottweiler que le mordiera los testículos”.
“[La víctima] fue secuestrada [por] un gran número de funcionarios del SEBIN quienes lo amarraron de pies y manos, lo amarraron a un carro del SEBIN y lo arrastraron por más de un kilómetro por las calles antes de llevarlo al [Redactado] donde lo fue torturado durante 24 días. […] Las torturas eran literalmente macabras; le arrancaron las uñas de las manos y de los pies con tenazas; lo asfixió cubriéndole la cabeza con bolsas de plástico que contenían insecticidas, lo que le dañó gravemente los pulmones; le aplicó descargas eléctricas en los genitales y partes íntimas; golpear todo su cuerpo con toallas mojadas; lo hacía bañar a toda hora en orines y excrementos […]”.
“Cuando se enteraron de mi identidad de género no binaria, después de revisar mi celular, me sometieron a humillaciones. Me metieron en un tigrito o calabozo de 2×2 metros, me esposaron las manos a la espalda a un gancho en el piso en medio del tigrito, dejándome así por lo que creo que fueron dos o tres días, sentado en ese lugar. No me dieron agua, no me dieron comida, no me permitieron hacer mis necesidades fisiológicas entonces tuve que hacerlas encima. Me dejaron salir al segundo o tercer día, débil, casi arrastrándome porque no podía estar de pie, con las piernas entumecidas. Me desnudaron, me colgaron las manos y me arrojaron baldes de agua que la mayoría de las veces me caían en la cara. Me soltaron y me hicieron enjuagar la ropa solo con agua. En una ocasión me llevaron a una habitación donde solo había un viejo escritorio de metal pegado a una pared y una vieja silla de metal en medio de la habitación. Me esposaron las manos a la silla con dos juegos de esposas, tomaron un palo eléctrico que se usa para ganado y lo conectaron con un cable largo a un enchufe en la pared. Me lo colocaron varias veces en el pecho, me tiraron agua en los pantalones, precisamente en los genitales, y me descargaron electricidad en los testículos, por lo que no pude contener la vejiga y oriné con mucha fuerza por el susto. Todavía tengo en mi cuerpo las cicatrices de las quemaduras actuales. Falsificaron un documento judicial en el que decían que estaba condenado a muerte y me llevaron a una habitación y me hicieron parar en un banco de plástico, me colgaron del cuello, me golpearon varias veces en el estómago mientras me hacían preguntas que no pude responder. Los golpes fueron tan fuertes que una de las patas de la banca se rompió, así que me colgaron y perdí el conocimiento, todavía tengo las cicatrices en el cuello. Me trasladaron a un área con otros presos y les dijeron a los detenidos que yo era un violador, entonces me llevaron, me golpearon y abusaron de mí obligándome a practicar sexo oral. […]»”
“[…]. En la prisión mis derechos humanos no eran derechos, sino meros sistemas de recompensa que se instrumentalizaban de la manera más perversa posible. Cuando las visitas de familiares y de mis abogados eran más constantes, no era porque fuera parte de un derecho; para los militares era prácticamente un premio y como tal me lo podían quitar a voluntad, como quien le quita un hueso a un perro. […] Otra forma particular en que los uniformados ejercieron torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes en mi contra fue de carácter vicario, es decir, maltrataron a mi familia para hacerme sufrir. Mi esposa […] era constantemente abusada sexualmente bajo la amenaza de que si no lo toleraba no la dejarían verme […]. Así, muchas veces la obligaron a desnudarse, le abrieron la cara interna de los muslos, le hicieron tocamientos indecentes (violencia sexual), y en una ocasión incluso la obligaron a quitarse la compresa menstrual para ‘verificar que no tenía objeto oculto’, lo que fue tremendamente humillante y ofensivo para ella […]. Había una ocasión en que fue aún peor porque obligaron a nuestros hijos a presenciar cómo desnudaban a su madre y a su abuela y querían desnudar a mis hijos”.
“Unos desconocidos tocaron el timbre de mi casa, yo no abrí la puerta, entonces entraron a mi casa. Eran un grupo de hombres del SEBIN, me golpearon, me escupieron, me tiraron del pelo, me dijeron que me violarían, me pegaron con una pistola y amenazaron con matar a mi familia porque yo era ‘un maldito fascista de la oligarquía‘. Luego me amarraron y robaron el dinero y los suministros. A raíz de estos repugnantes hechos uno de ellos se bajó los pantalones y amenazó con violarme, me orinó encima y me dijo que le dijera [a nuestra líder] que era una terrorista fascista, y que si seguíamos conspirando contra la revolución nos iban a matar. Más tarde llegó mi esposo con mis hijos y me encontraron en un estado tan aterrador. No puedo olvidar la cara de mi hijo mayor y el ataque de pánico que tuvo al verme así. Pensé que nunca volvería a ver a mi familia. Muchas cosas me pasaron en mi vida, pero esta marcó mi vida. ”
“La víctima trató de escapar pero no lo logró, la agarraron […] Una bolsa plástica negra de basura la rociaron con insecticida y le taparon la cabeza con ella tratando de asfixiarla […]. Fue golpeada brutalmente por estos hombres, al punto que cayó al suelo, y cuando dos trabajadores intentaron intervenir para ayudarla, los mataron en el lugar, con fusiles, para impedir que ayudaran [a la víctima]. […] Ella continuó siendo golpeada por estos hombres, quienes también le quemaron la mano, la sacaron a rastras de la casa, la llevaron a uno de los establos donde fue violada salvajemente por hombres, quienes continuaron golpeándola brutalmente; pensaron que la habían matado a golpes, así que la tiraron. […] La víctima tuvo que ser intervenida quirúrgicamente por los graves desgarros genitales provocados por las violaciones, se le desprendió parte de la mandíbula y los dientes por el brutal golpe, y tenía fracturas de cadera y problemas de columna».