Fosas comunes, cadáveres en sótanos, ciudades enteras destruidas… La invasión rusa a Ucrania conmociona al mundo. Según la agencia para los refugiados de la ONU, son más de 4,4 millones los refugiados ucranianos. La cifra se duplica cuando se habla de desplazados. Sin embargo, como Ucrania y Rusia son grandes exportadores de alimentos, las víctimas de esta invasión rusa serán indefectiblemente muchas más y se encuentran lejos de las fronteras ucranianas.
Mientras las granjas ucranianas se han convertido en campos de batalla, la incertidumbre en torno a las exportaciones agrícolas del país, así como las de Rusia, ha creado una emergencia alimentaria mundial al hacer subir los precios del trigo, el maíz, la soja, los fertilizantes y el aceite de girasol.
En un informe especial para The New York Times, Sara Menker -fundadora de Gro Intelligence, una empresa de inteligencia artificial que pronostica los mercados agrícolas mundiales y los efectos del cambio climático- y Rajiv Shah – presidente de la Fundación Rockefeller y antiguo administrador de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional- explican las consecuencias catastróficas de la ofensiva iniciada por Putin el 24 de febrero pasado.
Detallan que si bien los precios de los productos básicos como el trigo y el maíz son globales, sus impactos son desiguales. Los países y las personas más ricas pueden absorber las fuertes subidas de precios pero a los habitantes de los países más pobres, como Sudán y Afganistán, les resulta mucho más caro comer. “En Sudán, el aumento de los precios del trigo ha hecho que el precio del pan se duplique aproximadamente. Como Ucrania y Rusia exportaban piensos y fertilizantes antes de la guerra, el coste y la dificultad de producir alimentos aumentarán en los próximos meses y años”, vaticinan.
Además de Sudán y Afganistán, a Egipto le espera un año difícil. El país es el mayor importador mundial de trigo, que es un 33% más caro que a finales del año pasado.
“Por desgracia -advierten- muchos de estos países se enfrentan a otras crisis. Las redes de seguridad social se han desgastado por el Covid-19. Los precios del petróleo siguen siendo altos. Y más de la mitad de los países de bajos ingresos se encuentran en dificultades de endeudamiento o corren un alto riesgo de padecerlas a medida que aumentan los tipos de interés, lo que limita su capacidad de pedir préstamos para pagar los alimentos”.
Explican que antes de la invasión rusa, unos 811 millones de personas en todo el mundo no tenían suficiente para comer. “Esa cifra podría aumentar enormemente en esta temporada de hambre, el tiempo entre la siembra de primavera y la cosecha de otoño, cuando los alimentos suelen agotarse”, se lamentan.
Además, advierten que el cambio climático agravará estos riesgos ya que en las regiones agrícolas clave, las condiciones de sequía son las peores en décadas.