En Caracas, Venezuela, está ocurriendo una remontada del virus y no se ha anunciado oportunamente, pero los hospitales y clínicas sí lo evidencian: cada día hay menos camas y las salas de terapias intensivas se han ido llenando.
Por Wendy Racines
Javier Racines, quien cumple 63 años este año, se encontraba hospitalizado en casa desde el fin de semana anterior. Estaba mejorando. Dependía del oxígeno, pero ya podía levantarse solo y quitárselo unos minutos. Su saturación permanecía estable. Hasta la madrugada del sábado 19 de septiembre que empieza a sucederle una especie de tormenta de citocinas y su doctora tratante, por la mañana, adelanta la placa que iban a hacerle luego del fin de semana. Nos pide sacarlo y hospitalizarlo para que sus pulmones no se cansen.
La neumonía que tenía moderada y en observación, ahora requería atención médica 24/7 y un mejor concentrador de oxígeno. Pedimos una ambulancia y aunque esperamos casi una hora, llegó. Era más bien una camioneta transformada en una ambulancia, con una bomba de oxígeno. Javier tenía la saturación más baja de 90 en ese momento.
En el Hospital Vargas, del cual tenemos excelentes referencias, no había camas disponibles para atenderlo. Tampoco en el Hospital José Gregorio, Hospital Pérez Carreño, Hospital de Los Magallanes de Catia, aunque allí nos retuvieron más de 20 minutos esperando respuesta. A Javier se le agotaba el oxígeno y con ello el tiempo.
Llegamos de urgencias al Hospital Lídice tampoco había camas. Pero Javier saturaba 14 y había que darle atención. Lo recibieron con una camilla de niños, oxígeno y una silla porque no había nada más, pero lo atendieron afortunadamente por varias horas. Nos ayudaron a suministrarle las medicinas que llevábamos encima y agua con una jeringa. Javier estaba casi deshidratado. Pero nos empezaron a decir que «mi papá era una bomba de tiempo y era mejor meterlo en un centro donde tengan acceso a Sala de Cuidados Intensivos».
Nos estaban tratando de confirmar un cupo en el Hospital Victorino Santaella, pero no había garantías. No podíamos llevar a mi papá a más de 10km sin seguridad, porque el oxígeno de las ambulancias no alcanzaría para otro ruleteo. Ningún cupo era seguro.
«Salí en un carro prestado para visitar cada hospital y no volver a mover al Sr. Javier. Visitamos el Domingo Luciani, el Pérez de León II, el de Coche… En el Hospital Clínico. Universitario de Caracas me dijeron que habría una cama a las 7:00 AM porque alguien se acababa de morir. Quedé en shock. Igual me fui porque necesitábamos hospitalizarlo en ese momento. Eran las 2:00 AM. También trataron de estafarnos solo porque habíamos puesto el teléfono en Twitter. Nos querían quitar 235 dólares americanos por un supuesto cupo en Coche. Finalmente, decidimos llevarlo a una clínica porque se nos iba a morir», dice la nuera.
«Pensamos que las clínicas serían más sencillas pero teníamos a los primos y amigos llamando a todas las clínicas. El otro drama eran los costos, pero habíamos pedido prestado para un ingreso. Las principales, como la Metropolitana o la Méndez Gimón, no tenían cupo. En la Clínica Arboleda había un cupo en la tarde y luego ya no había. Todo estaba saturado. Conseguimos un cupo en el Instituto Clínica de la Florida y luego de hablar personalmente con ellos y confirmar con una doctora -vía telefónica- que tenían ventiladores de terapia intensiva. Les dije que no podíamos moverlo si no era seguro. Dijeron que sí. Cuando me lo traje en la ambulancia, luego de 1 hora esperando que llegara, me lo rechazaron. Dijeron que no atendían pacientes COVID-19. Fuimos con la ambulancia al Hospital Clínica Caracas y prácticamente se burlaron de mi cara, preguntándome si estaba segura de que podía pagar 2500 USD de ingreso. Me sentí discriminada. Al final tampoco había cupo y decidimos ir al Centro Médico Clínica Loira, a pesar de que ya sabíamos que cobraban 20-30 mil dólares para ingresar a terapia intensiva y no teníamos realmente cómo pagarlo, hasta que mi cuñada consiguió un préstamo a las 9:00 A.M.», concluyó.
Solo en esa clínica a Javier le hacen los exámenes. Porque ningún centro le hizo exámenes ni nos pudo determinar lo que significaba ser una bomba de tiempo. Una tomografía y examen de sangre empiezan a demostrar que tiene fibrosis y es urgente llevarlo a UCI. El presupuesto era en Bs que al cambio eran 23.650 USD. Había que pagarlo inmediatamente.
Javier necesitaba cuidados intensivos para su neumonía, no para fibrosis o insuficiencia pulmonar. Para el momento que se escribe esta nota ya lleva 10 días en UCI y dos presupuestos que ascienden a 50.000 USD.
Nuestra familia es de clase media. El salario mínimo mensual es de 2-3 USD al cambio. En casa el ingreso medio es un poco mayor pero tampoco alcanza: 5 USD de una maestra, 400 USD de un especialista en marketing, 200 USD de una secretaria ejecutiva, y las remesas de la hija en el exterior, recién mudada a Ciudad de México. Javier es sastre y cobraba en Bs. entre 2 y 10 USD por arreglos de ropa. No hay forma de poder cubrir en solo semanas 50.000 USD y sin aún saber si se necesite más tiempo. Cada día son alrededor de 3000 USD para mantenerlo con vida y respiración asistida.
La clínica ha sido muy comprensiva y ni siquiera presionan con los pagos. Saben que estamos haciendo la campaña #SalvemosAJavier en Instagram, que hay un Indiegogo y varios métodos para recabar el dinero. Saben que estamos vendiendo objetos en casa, trabajando el doble y que recibimos apoyos desde el exterior.
Pero las preocupaciones crecen. El tiempo y la paciencia pesan. Necesitamos ayuda.
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