“Venimos de la misma arepa”, dice una popular frase colombiana que hace referencia a quienes provienen de un mismo origen, o han atravesado por circunstancias similares.
Por Carlos Eduardo Martínez / INFOBAE
Sin embargo, la casi literalidad de este refrán no ha sido argumento suficiente para dirimir los intensos debates que venezolanos y colombianos pueden llegar a protagonizar para definir la nacionalidad de la arepa.
Así como los peruanos y los chilenos se disputan el origen del pisco, y los chinos acusan a los italianos de robarse la autoría de las pastas, los habitantes de estas dos naciones, que una vez formaron la Gran Colombia, siguen sin ponerse de acuerdo sobre en dónde fue que nació el popular platillo.
La arepa suele definirse como un pan blanco y redondo, hecho de harina de maíz. Pero, su sabor, versatilidad y significado sociocultural la han convertido en mucho más que “un pan”.
Sabe a lo que le pongan, dicen en Venezuela. Los rellenos o acompañantes pueden ser tan variados y exóticos como lo prefieran los comensales: carnes de distintos tipos y en diferentes presentaciones, huevos, quesos, embutidos, vegetales y legumbres guisadas, entran en la lista de los favoritos.
Con el paso de los años la “arepa” se ha hecho cada vez más popular en muchos países del mundo. Esto, especialmente, debido al éxodo de venezolanos que hoy se encuentran en los cinco continentes huyendo de la dictadura de Nicolás Maduro y quienes dicen nacer “con una arepa bajo el brazo”.
“Yo creo que la diáspora venezolana está siendo un elemento importante en la internacionalización de la arepa, no sólo al modo y estilo venezolano sino que ahora cada uno va a probar las arepas a modo fusión en el país que se encuentra”, explicó Ocarina Castillo, antropóloga y autora del libro “Los Panes de Venezuela”.
Pese a la diatriba entre los países, hay marcadas diferencias entre el producto de una nación a otra.
“Las colombianas son más anchas y planas, porque se usan como acompañantes, son el pan de las comidas. Las venezolanas son más pequeñas y gruesas, porque van rellenas”, explicó Luisana La Cruz, coordinadora del Día Mundial de la arepa, que se celebra el segundo sábado de septiembre desde hace 10 años.
Pero, hasta acá sólo hemos avanzado en la importancia de la arepa como plato principal en la mesa de colombianos y venezolanos, lo cual nos da una buena explicación de las tan acaloradas discusiones sobre el origen del codiciado pan.
Las evidencias
Los registros históricos revelan que la arepa es un plato de los pueblos originarios. Incluso, cuando los europeos llegaron a territorio venezolano en 1498 no sólo se consiguieron con el alimento, sino con todo el desarrollo para su procesamiento: los elementos para desgranar y moler el maíz, las vasijas para la masa y las planchas para cocinarlas sobre el fuego, denominadas “budares”.
La palabra arepa está asociada al lenguaje cumanagota de los indígenas que habitaban el estado Sucre al oriente de Venezuela, por donde entraron los españoles al territorio continental.
“Los indígenas utilizaban la palabra erepa para referirse a los panes de maíz que se cocían en los budares. Los españoles hablarán en muchos de sus registros posteriores de esos panes de esta tierra, haciendo referencia a la arepa y al casabe (otro tipo de pan hecho de harina de yuca)”, explicó Castillo.
¿Esto quiere decir que la arepa es venezolana? No precisamente, aunque no sea un dato menor.
Castillo explicó que las comunidades indígenas estaban profundamente relacionadas entre sí: “Muchas veces eran provenientes de un mismo tronco que tienen pasados comunes y cuando unos se mueven se llevan consigo sus alimentos, sus hábitos”.
“Hay muchas descripciones de visitantes de esa época que hablaron de la arepa. Ellos contaban que vieron, comieron y vieron hacer arepas y eso fue en el siglo XVI. Eso también ocurrió en Colombia en la misma época”, aseveró la antropóloga.
Hasta ahora no se han encontrado registros concretos de cuándo se pudo haber servido la primera arepa en el mundo. Sin embargo, se cree que la fecha debió ser mucho antes del arribo de los españoles a América, considerando que los cultivos de maíz en el continente, desde Canadá hasta el último rincón de la Patagonia argentina, datan desde hace más de cuatro mil años.
“Venezuela y Colombia van a nacer como repúblicas en las primeras décadas del siglo XIX, después de 1830 cuando desaparece la Gran Colombia”, explicó Castillo, “la arepa es mucho más vieja que nuestras repúblicas, tuvo existencia en las sociedades originarias, fue mucho antes de la presencia de los europeos en estas tierras”.
“La arepa nació mucho antes de la existencia de estas entidades administrativas que hoy se llaman Colombia y Venezuela”, aseveró.
Pese a la presencia del alimento en casi todos los países del continente, son sólo los venezolanos y colombianos quienes protagonizan las disputas por su procedencia.
“Yo no pensaría que el origen sea ni colombiano, ni venezolano”, explicó el chef Gaviria. “La arepa es un elemento común a todo el continente como tal. En algunos lugares cambia de nombre: en México le llaman tortillas, en Centroamérica se le llama pupusas y propiamente en Colombia y Venezuela es que viene a llamarse arepas”.
Pero decir que la arepa en sus distintas versiones está por todos lados no es lo que la hecho especial. Lo que hace a la arepa única es su personalidad y esa forma de encajar con autenticidad a donde vaya.
“A veces parece que la única arepa que existe es la que cada uno se come. Es decir, los colombianos creen que la única arepa es la que ellos están acostumbrados a comerse y los venezolanos creen lo mismo. Pero a su vez, los caraqueños también creen lo mismo y probablemente los orientales, los andinos y los llaneros también lo piensan”, añadió Castillo.
Como muchos platos típicos de otras naciones, la arepa es sinónimo de cultura, identidad y patriotismo. Es una especie de embajadora que recorre el mundo reivindicando el valor de muchos pueblos que un día fueron solo uno.
La arepa también es sinónimo de hogar, familia y del esfuerzo de quien trabaja para poder llevarla a la mesa día a día. Y quizá eso explica la pasión con la que tantos venezolanos y colombianos defienden su plato, o tal vez sea porque recuerda a reuniones alrededor de grandes mesas con exquisitos contornos o rellenos que enamoran los paladares de quien las prueba.