Horrible, horrible, repiten muchos migrantes. El paso por la selva del Darién, la frontera natural entre Panamá y Colombia, no es como imaginaron. Guiados por videos que inundan las redes sociales y el relato de conocidos, la desinformación y el engaño acentúan la crisis migratoria.
«¡Fuerza, fuerza!», anima un hombre mientras guía a un grupo de migrantes a través de la corriente de un río. Cruzan unidos en cadena. Dos niñas lloran, gritan al ser arrastradas por el agua, pero las sostienen en volandas por la muñeca, hasta la otra orilla.
No es la primera vez. En muchos puntos los ríos marcan el camino para no perderse a lo largo de la selva, y su serpentear hace que sea inevitable sumergirse.
«Hay una señora que tiene diez días tirada allá», dice un joven que acaba de cruzar el río en la zona de Come Gallina, a la salida de la jungla. Se quedan por el cansancio, deshidratados, o porque resultaron heridos. También sufren ataques de animales salvajes o de criminales, que les roban.
La venezolana Delia Gómez, de 51 años, se encuentra ya a salvo en lo que los migrantes conocen como «la ONU», el centro de recepción migratoria de Lajas Blancas instalado por las autoridades panameñas, donde se les da cobijo, atención médica y alimento.
Está sentada bajo una carpa, sudorosa con la mirada perdida. Tiene una rodilla vendada.
«Eso es horrible, no se lo recomiendo a nadie, quedé sola. Mis compañeros me dejaron sola, sin comida, sin nada. No recuerdo qué tiempo tuve allí en la selva, de verdad, perdí la noción del tiempo. Vi muchos muertos», dice a EFE.
El primer poblado al que llegan al salir de la selva es Bajo Chiquito, situado a la orilla del río Tuquesa. Este asentamiento indígena de unas pocas decenas de casas de madera está desbordado por miles de migrantes, que hacen cola durante horas para registrarse con las autoridades panameñas.
Ese registro no deja de romper récords: según datos oficiales, en lo que va de año han cruzado esa selva más de 385.000 personas, frente a los 248.000 de todo 2022, el mayor número que se tenía. Esperan que en 2023 se alcancen los 500.000.
Solo en agosto se produjeron además casi 82.000 llegadas, un dato insólito frente a los 31.000 del mismo mes del año pasado, atravesando una media de casi 3.000 diarios. El 20 % son niños.
La venezolana Noelia Rojas sostiene a su hija en brazos en una zona de acampada en Bajo Chiquito. La niña se gira, sonriendo a la cámara. Entonces la madre comienza a relatar su travesía por la selva, «horrible», y al recordar los muertos la expresión de la pequeña cambia a triste.
«Si yo hubiese sabido que ese camino era así, no arriesgaría a mi hija», reconoce a EFE. «Me vine confiada (…) porque no tenía la menor idea de que eso iba a ser así».
Se informó «en las redes sociales, pero lo que presentan en las redes no es ni la cuarta parte de lo que uno vive en la realidad». Entonces la niña se acerca al oído de la madre y le cuenta un secreto. «Un niño muerto» en el camino. Está traumatizada, asegura.
TikTok, el guía
Basta con escribir «Darién» en la aplicación de TikTok para asistir a decenas de relatos de migrantes sobre sus andanzas por la selva. Los hay dulcificados, entre risas, como si fuera un paseo de domingo. Otros son más duros, mostrando las trochas de barro, muertos, o gente abandonada en el camino.
Para evitar esos peligros, se anuncian entonces aquellos que prometen viajes «VIP» con «guía experimentado», «seguros». Algunos cuentan su experiencia: el guía «fue muy amable». Y es que «si tu sueño es viajar a Estados Unidos, este año lo puedes hacer».
Olivier Tenes, especialista de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Gobernanza de Fronteras y Migración, explicó a EFE que «los grupos involucrados en el tráfico ilícito de migrantes usan hábilmente las redes sociales».
«Las personas migrantes, desesperadas por su situación económica o familiar y frustradas ante las dificultades para acceder a opciones de migración regular, ceden fácilmente a las falsas promesas de viajes fáciles y seguros que hacen los traficantes», detalla Tenes, que recuerda que en 2022 se contabilizaron 1.457 migrantes muertos o desaparecidos en las rutas americanas.
Según anota a EFE Camilo Ramírez, director en Colombia de la organización humanitaria HIAS, los migrantes prefieren informarse a través de TikTok o de otras redes sociales por la cercanía que sienten con la persona que está narrando su experiencia migratoria.
Es diferente «que un venezolano que ha hecho la ruta se lo cuente a otro venezolano que la quiere hacer, ese voz a voz de que lo logró y de que no es tan difícil», a que se lo cuente otra persona, y por eso «es la fuente preferida, aunque no la más fidedigna».
No es la realidad
Mariángela Torcate, venezolana, cuenta cómo fue su viaje: «Quiere que le diga la verdad, eso no se lo recomiendo ni a mi peor enemigo. De verdad, esa no es una ruta para migrar. Lo que pasa es que uno por el desespero, por la necesidad de estar allá, toma esa decisión».
Pero no se lo esperaba así, ya que, cuenta, en TikTok veían algunas cosas «pero no lo que realmente es». Dice que se dejó llevar por lo que vio en la red social y que no buscó otro medio de información porque «como le digo es el desespero de huir».
EFE